lunes, 31 de agosto de 2009

Retorno a la Infancia


Hace algunos días me reencontré con mi infancia. Ocurre que visité el pintoresco puerto de Chimbote, donde vine a compartir con su cariñosa gente y a entregarles un poco de mi oficio como profesor y músico. Su paisaje me hizo sentir que el tiempo no había pasado. Recordé, mientras esperaba una habitación en el Hotel Chimú, que hace muchos años pasé unas vacaciones en ese mismo lugar junto a mi madre y a mi hermano, y que fue ahí donde mi mamá me regaló mi primera flauta, que luego crearía mi pasión por la música.

Al llegar a la habitación, descubrí que las coincidencias seguían en aumento, pues en ese mismo cuarto, hace décadas, había abierto el paquete que contenía la flauta e hice algunas notas siguiendo el manual de instrucciones.

Luego ocurrió otra extraña coincidencia. Mi visita a Chimbote fue motivada por el amigo Juan Armijo de la Asociación Cívica Chimbotana, quien pose la única tienda de instrumentos musicales de esa ciudad. Y ocurre que descubrí que esa tienda la heredó de su madre y que fue ella quien a su vez le habría vendido a mi mamá aquella primera flauta de mi infancia. Como para no creerlo.

Por otro lado, disfruté de la maravillosa vista del mar y sus islotes blancos, incomparables, descansando en el paseo que está frente al hotel, mientras veía que en la fachada de la Universidad Católica de Los Ángeles había un afiche que anunciaba mi conferencia económica y otro que invitaba a escuchar el pequeño concierto de música clásica que ofrecería en unas horas más.

Finalmente llegó la hora de mi concierto, al que asistí junto a mi cuarteto de cámara. Pero no fuimos los únicos invitados y tuvimos el privilegio de compartir con destacadísimas voces de la zona, como la joven soprano Verónica Electo, y el niño Cristián, conocido como el Ruiseñor de Trujillo, además de varios profesores que presentaron su arte musical. Junto a la gente de Chimbote compartimos una velada inolvidable, llena de alegría y entretenimiento.

Frente a mi partitura, interpretando música en Chimbote, sentía que el círculo estaba completo.

Gracias a todos los amigos de Chimbote, los llevo en mi corazón.

martes, 25 de agosto de 2009

Conociendo Caral


El símbolo turístico del Perú es Machu Picchu, conocido mundialmente. Pero hay otros monumentos, que vale la pena promocionar, entre ellos Kuélap, Choquequirao, y el sitio arqueológico de Caral, ubicado tan solo a 180 kilómetros al norte de Lima. Es el sitio recomendado para quienes quieran conocer una civilización que existió hace casi cinco mil años, mucho antes que la cultura Chavín, Wari, Chimú/Mochica, Nazca, Chancay y el propio Incanato- al pie de los Andes en la costa norte cercana a Lima (el “Norte Chico”).

Tuve la suerte que Ruth Shady, la conocida arqueóloga que ha dirigido los trabajos en Caral desde los inicios hace quince años, organizara un equipo de sus colegas arqueólogos para darnos explicaciones didácticas. Hay muchos aspectos fascinantes que se desprenden de una visita aún breve a Caral. El primero es la arqueología viviente que se experimenta allí: los diversos montículos y túmulos, que se divisaron vía fotografía aérea hace unos cincuenta años, hoy están siendo activamente explorados y reconstruidos, un proceso sumamente laborioso y fascinante. Hay pocos sitios en el mundo en los cuales uno puede ver un proceso arqueológico en plena elaboración.

Segundo, hay que recordar que la civilización que se arraigó en Caral a lo largo de unos 800 años (alrededor de 2,800 A.C. a 2,000 A.C.) es una de las más antiguas de la historia, excedida en su antigüedad sólo por las civilizaciones de Mesopotamia (hoy Irak). Los habitantes de Caral eran agricultores y comercializaban sus productos agrícolas contra pescado de la costa (hay restos de anchoveta), que queda a unos 25 kilómetros del sitio central en Caral. Conocían el círculo –hay dos anfiteatros ya excavados, ambos perfectos círculos.

Tercero, los métodos de construcción eran bastante especiales, con una mezcla de piedra con mortero. Este mortero provenía de arcilla elaborada y sacada de canteras especiales: el mortero en muchos lugares ha mantenido su fuerza por más de 4.000 años. Parece que los gobernantes de Caral estaban empeñados en reconstruir periódicamente sus pirámides y monumentos. Hay ruinas construidas sobre otras ruinas, en una especie de modernización constante. Uno de los anfiteatros, por ejemplo, incluye un segundo anfiteatro más pequeño y más reciente, construido al interior del primero.

Caral es un esfuerzo totalmente peruano, con un grupo de arqueólogos de gran dedicación y entusiasmo, que trabajan con recursos muy escasos; hay poca presencia significativa de arqueólogos de las grandes universidades extranjeras. El potencial turístico apenas está siendo explotado. Hay pocos visitantes del exterior o incluso de Lima; la mayoría de visitantes son estudiantes y colegiales de la zona de Huacho, Barranca y Pativilca. Es evidente que Caral es una joya que debe ponerse en el circuito del alto turismo cultural, dada su proximidad a Lima, en un valle de gran belleza natural, un trozo de la historia de toda la humanidad.